miércoles, 19 de mayo de 2010

Camas deshechas

Ayer arranqué de nuevo mi hueco de tu cama. Escudriñé rincones buscando tapar un sexo que aún jugueteaba con palabras cansadas. Me llevé mis manos y las últimas sobras de café. Cogí tabaco y calcetines.

Robé órganos.

Dejé en cambio, mi amor, mil pensamientos hechos confeti. Palabrotas de un corazón resfriado que sólo estornuda letras sobre el cenicero, letras cortadas por el miedo. Dejé también ropa sucia y mi olor en tu toalla.

Hoy mi cama me pregunta por ti. Ella casi no te conoce. No sabe de tus dedos ni de tu espalda. Tu humor, tu voz, tus uñas y tu pelo se ahogaron en una sola lavadora. Tú tampoco recuerdas el color de sus sábanas, ¿verdad?

Pero mi almohada sí que recuerda. Y su alma huérfana me castiga susurrando tu nombre. Esta noche más de lo normal. Definitivamente ella te recuerda, cariño. Se debate entre lo onírico y lo real, el mito y las legañas. Pasado y presente. Y claro, no sabe qué sentir.

Pero siente. De verdad siente.

Somos camas deshechas de emociones derramadas y un solo sudor que no sé si beber o guardar en la nevera.