martes, 13 de julio de 2010

Cicatrizando

Ahora que se han ido los vientos huracanados ya no hay nada que golpee mi sien.

Ahora que se han vuelto brisa erizan mi vello con la ternura con que acaricia el recuerdo -el recuerdo que no sangra-. Ése que dejó de crecer invasivo como la mala hierba sobre mi cama cuando decidí dejar de regarlo.

Hoy poso las yemas de mis dedos en cicatrices de muslos y abdomen. Con cuidado de no arrancar alguna postilla, claro. Hoy rio y lloro con intervalos incluso de días.


Pero en esta tarde de sol y espuma se me amontonan los verbos mientras hablo de ti. Se me cruzan las ideas en una constante contradictoria que une mi cabeza a mi pecho.

Y se me atropellan las palabras.

En unas horas, cuando el sol ya no esté y la espuma se/me consuma, aliviaré el picor de las heridas. Y con tu sangre entre mis uñas libraré una lucha de titanes. Puedes no coger la llamada, cariño.

6 comentarios:

  1. Emergiendo con los pies llenos de barro.

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  2. Pensaba... la belleza está también en la cicatrices, aunque al resbalar la yema de los dedos sobre ellas ese espacio de la piel resulta insensible, dormido. Cicatrices, como decía Silvio, cómo hacen hablar en el silencio...

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  3. Es un bello escrito.
    Mi madre decía que cuando las heridas dejaban de doler y empezaban a picar, se estaban curando.
    Es cuestión de tiempo, más que de mercromina.

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  4. Es mejor atropellar las palabras con los dedos cerca de la piel, así las cicatrices carreteras.

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