martes, 8 de diciembre de 2009

Diarrea de amor

Ahí está otra vez. Mi razón irracional, que se abandona y chorrea
sorteando mis huesos a paso sistólico.

Se torna de un rojo vibrante
y se vuelve líquida. Más y más.
Hasta convertirse en agua

Salada sale de mí
y se precipita hasta mis débiles rodillas. Inestables.
Ridículas.


Mantengo las manos ocultas,
la cabeza alta y la lengua despierta.

Y la obligo a liberar el aire preso en mi pecho.

Pero mi garganta está tensa.

Todos los músculos trabajan al unísono para que la sangre pueda subir,
y sólo dejan salir sonidos amorfos acompañados de palabras inconexas.

Mientras procuro la verticalidad,
mi mente y mi estómago se abrazan en no sé qué danza macabra.
Turbulenta… del todo inapropiada.


Es cuando mis frágiles tobillos
toman la iniciativa e instigan a mi pobre cerebro a excusarse.

Pobre.

La combinación de corrientes frías, cálidas

y aún más cálidas

sólo dan margen al balbuceo...


Y entonces ocurrió.

Al sucumbir la verticalidad,
mi amor quedó desterrado a lo más profundo del retrete,
y mi fugitiva razón regresó para exigir sus derechos.

¿Y ahora qué?
¿Seguirá este chico ahí fuera?

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