sábado, 2 de enero de 2010

Navidad III "la venganza de Rudolph"

Navidades: me toca trabajar (mis vacaciones están agotadas, exhaustas, de hecho).

-Hey, que al final me subo todas las fiestas a Madrid a currar.

-¡Genial! Uf… pero con el perro… -que si mi compañero, que si los pelos, que si lo de que respira y eso…

Vale, se soluciona. Estación Sur. Maleta tamaño 20 días, perro tamaño labrador, trasportín de perro tamaño labrador, cuadro para regalar (1labr x 1labr aprox.).

Comienza el juego: las primeras pantallas son facilitas, días sin trascendencia en los que no es necesario juntar a toda la prole e incluso puedes estar en zapatillas. Lluvia, trabajo, papel de regalo, nieve, trabajo, Ferreros Rocher, mensajes al móvil (todos iguales), cambio de estado en el facebook (todos iguales), trabajo, Juan Carlos I…

Y llegan las pantallas complicadas (éstas siempre se las pasaba mi hermano por mí). Nochebuena: cambio de roles, “no vuelvo a fumar de eso ni a beber de lo otro”, -buenas noches mama. ¿Y a mí no me va a arropar nadie?

Día de Navidad: sin pena ni gloria (acumulo bonus track).

De nuevo trabajo, principio de cirrosis y pañuelos de mocos. Tarde familiar entre Cortylandia y la Plaza Mayor, venga vamos a por unos bocadillos de calamares; de acuerdo, medio Madrid ha tenido la misma idea y cuarenta y tres millones de cabezas pensantes y de cabezas de reno hacen cola. Abortar misión. No abuelo, no empecemos con el tema del aborto ahora.

Llega la prueba de fuego, fin de año: durante estos días mi barra de vida se ha reducido a tres miserables rayitas, veremos qué pasa. Mantel bueno, vajilla buena y cristalería buena, todo esto por si aún era poca presión. Cerveza, jamón, vino, langosta, Belén Esteban, vino, entrecot, champán, uvas, cara de hámster, licor, lamparones… Finalmente las docenas de cacharros no pierden ningún integrante, pero para variar la velada termina en llantos, gritos, portazos y cirrosis confirmada.

Balance de defunciones: mención especial a todos los bichitos sacrificados. Nace Jesusito de mi vida que es niño como yo que por lo visto compensa. Mueren la mitad de los renos de Papa Noel por la crisis.

Balance gastronómico: un cabrito, del orden de tres o cuatro cerdos, vacas y vaquitas varias, todo lo que se pueda poner naranja al cocerlo, Nemo y familia y tres hojas de lechuga. De la granja de Playmobil sólo han quedado un par de pollitos amarillos (de ésos que no se les movía la cabeza ni nada), uno, porque es casi lo único que puedo permitirme comer durante el resto del año; dos, porque algo hay que poner en el nacimiento alrededor del papel de plata. –Que no abuela, que no te compro bolitas de porexpán, que en Belén no nieva, hombre…- (la pobre se confunde cuando Jorge Javier Vázquez compra nieve para Belén).

Balance de daños navideños de índole variada: cuenta bancaria temblando; nervios por el estilo. Pantalones ajustados en barbecho durante dos meses. Trastornos de sueño, emocionales e intestinales. Hígado, páncreas y pulmones deciden emanciparse. ¿Villancicos? Ya, claro, como si no fuera suficiente con Raphael.

PD.: feliz ano nuevo a todos los gays que hayáis escogido estas fiestas para salir del armario. Para los que no, decir que el ano nuevo chino está a la vuelta de la esquina.

2 comentarios:

  1. me enkanta tu navidad!lo que se comen los gusanos que lo disfruten los humanos!besos pa tu abuela y pa ti!siempre nos quedará el otro riñón

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  2. Voy a odiar el caldo de pollo solo hasta llegar a final del 2010. Aunque eso ya sea otra historia.

    Cómo debe ser la pantalla final?

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